A mediados de los setentas, apenas entrado en la pubertad, gané mi primer salario en una actividad tan excéntrica que mencionarla requiere explicación: empacaba “rocas mascota”. El señor de al lado de mi casa, amigo de mis padres, me pagaba 20 centavos por cada pequeña casa de cartón que armaba, le insertaba una cama de […]