Empezó con ofensas verbales entre dos. Subió de tono, calentó los ánimos de los presentes que, ya levantados desde sus asientos, ondulaban energía de masas, se despojaban de el yo, para volverse el nosotros, y así como tribu enardecida, como enjambre encolerizado, vertieron desde la tribuna su rencor acumulado. Sólo hubo voz para la violencia. […]