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Surgir desde nosotros

La semana pasada expresé que para cambiar a México hay que cambiar el sistema, por una razón fundamental: el sistema moldea la conducta. Si imaginamos que México funciona como un organismo podemos visualizar cómo la teoría de sistemas puede influir para un cambio favorable. Varios estudiosos de la condición política y económica del país fallan cuando pasan por alto el sistema cultural, parecería que la culpa de que seamos como somos es de la política o de la economía, cuando en realidad es al revés. Porque somos la sociedad que somos, tenemos los políticos que tenemos, ellos surgen de la sociedad.

Cambiar el sistema cultural (el político vendría por consecuencia con la renovación de cargos públicos) implica no esperar que el gobierno inicie el cambio. Acabo de escuchar un anuncio de radio del PRD (podría ser de cualquier otro partido) donde nos dicen algo como “mira qué bueno soy, te he dado apoyo para viejitos, apoyo para esto y aquello”, la concepción del ejercicio político es “vota por mí porque te doy”, así ha sido durante generaciones. No es casual que tengamos una sociedad domesticada (como animal salvaje en cautiverio), acostumbrada a pedir y a recibir de “papá gobierno”, acostumbrada a que sus problemas se los resuelvan los políticos. Este círculo de rentabilidad electoral implica la conveniencia de que haya una clientela subdesarrollada y con problemas para venderle espejitos de soluciones.

Cambiar el sistema cultural implica que entendamos el concepto de resiliencia. Es la capacidad que tiene un individuo o un grupo social de generar factores biológicos, psicológicos y sociales para resistir, adaptarse y fortalecerse, ante un riesgo, generando éxito individual, social y moral. Aquí reside una base para sanear el tejido social. Los grupos resilientes hacen más fuerte a una sociedad o a una empresa, son fractales que garantizan la permanencia ante la amenaza. La resiliencia se pierde, pero también se recupera y fortalece.

Tradicionalmente la resiliencia aplica a catástrofes, desastres naturales que ponen en riesgo la sobrevivencia humana. En las zonas sísmicas de México se ha desarrollado resiliencia en función al riesgo natural. La resiliencia es entonces relativa, a tal veneno, tal antídoto. ¿Acaso en México la catástrofe no es el mal gobierno, la impunidad, la corrupción y la inseguridad? Necesitamos una Alianza por la Resiliencia que permita sanar los diferentes subsistemas estructurales de lo que llamamos “tejido social” o “cultura”.

Gracias a un experto, doctor Dagoberto Flores, sé que lo contrario de resiliencia es la anomia asiliente, y que los 8 pilares de la resiliencia (piénsalos para México, pero también para ti y tus hijos) son: autonomía, afrontamiento (capacidad de resolver), autoestima, conciencia, responsabilidad, esperanza-optimismo, sociabilidad inteligente y tolerancia a la frustración. Estas competencias deberían ser parte de la educación y de los programas sociales. Las sociedades con más índice de anomia asiliente (es decir, con calificaciones más bajas en los pilares de resiliencia) están en América Latina, Asia y África, justo donde hay más países subdesarrollados.

Los individuos resilientes forman mejores sociedades, capaces de cuestionarse temas vitales. Por ejemplo, ¿se debe ser leal a un sistema de gobierno o a los beneficios de un sistema de gobierno? Yo prefiero los beneficios aunque no sean del sistema más aclamado. Un sistema resiliente es meritocrático por naturaleza, promueve a los mejores, no a los escogidos por intereses de camarillas.

La Alianza por la Resiliencia requiere un marco institucional y administrativo que además de los pilares básicos aliente la rendición de cuentas, la transparencia, y combata la impunidad. Requiere la participación de la academia, iniciativa privada, organismos civiles y sociedad en general. Implica surgir desde nosotros. El cambio en México se conjuga sin el sustantivo gobierno. Sólo un nosotros fuerte terminará con los pocos que ni saben, ni pueden, ni quieren.