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¿Quién gana en México?

¿Qué le dirías a Lorena Olvera si fueras su mamá o su papá? Según refiere Reforma, el pasado 20 de agosto Lorena ganó un concurso por una plaza magisterial en una escuela pública. A pesar de haber tenido el puntaje más alto, no fue seleccionada por no ser normalista. Los responsables de la decisión tienen razones legítimas para haberla rechazado: la Ley General del Servicio Profesional Docente contempla dar preferencia a los normalistas durante los primeros dos años de la reforma educativa.

Este hecho pone de manifiesto varias cosas. México es visto en el mundo como un país en desarrollo, un país que no acaba de cuajar, incapaz de crecer económicamente, donde, entre otras calamidades, corrupción e inseguridad asfixian. Nuestra calificación mundial es de media tabla (en el mejor de los casos), es decir, mediocre. Un país paradójico: de gris desempeño, pero con gente brillante, capaz, inteligente, un país que selecciona a sus hombres y mujeres no por méritos, sino por otros criterios. Somos, en este sentido, el país del autogol. Un país que le teme al mérito es un país incapaz de progresar.

Imagínate que eres entrenador de un equipo de futbol, el mejor portero que tienes está en la tribuna, junto al mejor delantero. La ley o el sistema establecen que tienes que escoger no a los mejores, sino a otros que, a pesar de no tener las calificaciones, deben de ser elegidos. Tu selección es mediocre.

Nuestra democracia incipiente nos da la libertad de elegir a quién queremos que gobierne, dentro de una selección en la que no están los mejores (eterna caballada flaca). Todos conocemos personas que idealizamos como gobernantes, mexicanos con credenciales potencialmente benéficas para el país. Sé bien que un buen profesionista o empresario no sería necesariamente un buen político, también sé que la mayoría estamos convencidos de que no llegan al poder las personas con más capacidad.

Estoy convencido de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, pero también creo que hay contextos sociales (población con baja educación) donde el ejercicio democrático debe ser fortalecido. Tengo más preguntas que respuestas. ¿Sería nuestra democracia más fuerte si pudiésemos precalificar a quienes aspiran a ser candidatos de elección popular? ¿Sería más fuerte si así como se selecciona un candidato para un puesto directivo en una empresa, pudiéramos rechazar candidatos que hoy llegan a través de partidos políticos (que no ven los méritos que puede tener su candidato para cumplir con el Demos, sino con el propio grupo político)?

Los cuentos alrededor del mundo empiezan con “Había una vez…”, en México con “…que la Nación me lo demande”. Nuestra democracia no nos da la fuerza de sancionar el desempeño de los elegidos. ¿Y si tuvieran los políticos y buena parte de los burócratas un sistema de sueldo por resultados?, si no cumplen, no ganan. Imagino que muchos, como en la selección natural de las especies, se harían a un lado para dejar paso a los más aptos.

México debe aspirar a una democracia sustentable. Aunque el concepto se idealiza sin adjetivos, no deja de ser susceptible de matices para fortalecerse. Ninguna mujer está medio embarazada, pero sí hay embarazos de riesgo. ¿Es nuestra democracia de alto riesgo?, me parece que, si no se fortalece, sí. Cuando menos es limitativa para los retos actuales.

El México inconforme que hoy clama por mejores salarios, trabajo, seguridad, oportunidades, equivale a la afición que le exige resultados a un equipo donde no están los mejores porque el sistema impide que lleguen. El asunto no es nada más cómo hacer para que llegue al poder el más apto, sino cómo hacer para que el más apto sea el más votado. La democracia debería servir a muchos, en nuestro sistema sirve a pocos, y éstos se sirven de los muchos.

Lorena Olvera es maestra de Formación Cívica y Ética. Como ella, muchos están en la banca o en la tribuna. Si fuera su papá, no sabría qué decirle. Si fuera yo un político (con algo de vergüenza), le pediría perdón.