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POBREZA SOCIAL

Imagina que eres antropólogo y llegas a vivir con una tribu ignota. Luego de observar sus patrones de conducta, explorar sus hábitos, gustos, fobias, empezarás a trazar un esquema de creencias de esa sociedad. Correlacionarás que como creen en X, valoran Y. Ejemplo: si al ganar un juego de pelota los vencedores son premiados con la muerte, porque creen que pasarán a una dimensión privilegiada, entonces valoran la muerte como superación de la vida, y así. Las creencias determinan los valores sociales, acuerdos (formales o no) de comportamiento, instrucciones que tú como extranjero empiezas a seguir; el sistema social de la tribu te instruye y delimita qué tienes que hacer, cómo saludar, qué comer, qué está prohibido, etcétera. Ahora cambia “sistema social” por “cultura”.

En las empresas es la cultura organizacional lo que determina el patrón de comportamiento de los colaboradores, regido por códigos de ética, reglamentos internos y otros mecanismos anclados en los valores corporativos (léase: lo que la empresa valora). Lo mismo sucede en la tribu y sus familias, se premia o castiga en función de lo que se valora. Si en la empresa se valora la honradez, seguramente se castiga la falta de ésta. Lo mismo en la tribu. Y para que quede claro al resto de los colaboradores de la empresa, hay aplausos para los honrados y castigos públicos para los deshonestos. Lo mismo en la tribu y sus familias.

Nosotros, sociedad mexicana, operamos igual que las empresas y la tribu. Nuestro comportamiento social está determinado por nuestro sistema social (es decir, nuestra cultura) y es absolutamente modificable. Hay quienes no aceptan el calificativo de cultural para la corrupción e impunidad, lo asocian a la nacionalidad o a los genes y por lo tanto le dan un carácter de destino manifiesto. No debería ser así. La conducta es modificable por ser parte de una cultura. La cultura es el vehículo para consolidar o modificar comportamientos.

¿Qué valoramos en la sociedad mexicana? Si nosotros somos esa tribu bajo observación, el antropólogo concluiría cosas como: “Piensan primero en el individuo y luego en el grupo, muchos se enriquecen a costa de la tribu. Se premia la transa (hasta tienen dichos populares) y la astucia para sacar ventaja por encima de la ley (algunos broncos le llaman ‘travesuras’). La ley es algo que tienen para no cumplirla, y la administran según el individuo y su posición social”.

Un país puede ser rico materialmente (en recursos naturales, historia, tradiciones, gastronomía y más) pero teniendo pobreza social. No me refiero a la pobreza material en la que viven millones de mexicanos, me refiero a una pobreza de valores sociales. Somos pobres sociales porque despreciamos (no le damos precio, no valoramos) la ética, la ley, la palabra, la vida como valor supremo, el bien común encima del individual. Las sociedades son superavitarias o deficitarias en ciertos valores. A partir de ahí se gestan héroes inspiradores o modelos a seguir. Mientras tengamos niños que aspiren a ser sicarios o huachicoleros, mientras haya menos científicos que secuestradores y bandidos, los valores premiados serán deficitarios para construir riqueza social, seguiremos teniendo pobreza social aun cuando hay muchos millonarios producto de sus corruptelas desde o con el gobierno, o producto de sus actividades en el crimen organizado.

La riqueza material fincada en pobreza social es una ilusión. Privilegia el hoy. Es como quien se enriquece a costa de la depredación del ecosistema; tarde o temprano la tala clandestina, la contaminación del aire, de los mantos freáticos, el envenenamiento y extinción de ríos, los cultivos crecidos con pesticidas dañinos, harán mella en sus siguientes generaciones.

La pobreza social es rentable para los pobres sociales: los corruptos, los ilegales, los transas. ¿Hacia dónde va el interés colectivo del desarrollo personal? Va hacia donde apuntan los valores de esa sociedad. Ahí se fincan las aspiraciones y las prioridades, por eso muchos quieren puestos políticos y cambian de partido sin tapujos.

Concluye el antropólogo: “La tribu cambió su comportamiento modificando su sistema de valores: hicieron valer la ley desde lo más banal y castigaron al corrupto de posición más elevada”.