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¿Oveja o lobo?

Durante su primera comparecencia ante el Congreso, el presidente Trump dio, para algunos, destellos de una moderación inédita. Uno de los temas que más llamaron la atención fue la “migración meritocrática”, una política para que el sistema norteamericano admita sólo a los mejores. ¿Descubre Trump el hilo negro?

Desde los primeros migrantes al territorio que hoy es Estados Unidos, empezando por quienes cruzaron por el estrecho de Bering hace miles de años, luego los vikingos y los primeros europeos que colonizaron Norteamérica, hasta los actuales migrantes, todos lo han hecho en base a meritocracia. Todos, incluyendo los migrantes mexicanos (legales e ilegales), han hecho los méritos para estar en EU. Dice el diccionario de la RAE sobre mérito: “1.- Acción que hace al hombre digno de premio o de castigo. 2.- Resultado de las buenas acciones que hacen digna de aprecio a una persona. 3.- Aquello que hace que tengan valor las cosas”. La meritocracia es relativa, no absoluta. Su aplicación y las consecuencias que deriven de ella dependen de cuáles son los méritos que se van a premiar. El cirujano en jefe de un hospital y el lugarteniente de un capo están ahí por méritos.

Sin menoscabo de que la migración ilegal es eso, ilegal, los mexicanos que han logrado conseguir trabajo en EU cumplen una de las entrevistas de trabajo más duras del mundo. Abandonan sus familias, exponen su vida en el techo de un tren, están a merced de policías y traficantes de personas, inclemencias del clima, la rudeza del desierto, el idioma y las costumbres extrañas. Quienes llegan al puesto, a diferencia de la percepción errónea que tienen muchos norteamericanos, son nuestra mejor gente en términos de fortaleza, dedicación, perseverancia, sin duda méritos para un trabajo que además implica salarios bajos, lo cual per se constituye otro mérito: aceptan esa paga. ¿Se necesitan más referencias?

Falta saber cuáles serán los méritos que Trump contempla. Ya mencionó que un requisito mínimo será que los migrantes se puedan mantener a sí mismos y que respeten las leyes de EU. Quizá para el hombre que dispara tuits como revólver del viejo oeste, esto sea novedoso, para mí no. Cuando viví legalmente en EU tuve que cumplir una serie de requisitos (méritos) y hacer ciertas comprobaciones. Cuando he solicitado una visa de turista también me exigen ciertos méritos (arraigo en mi país, solvencia económica y moral). Y por si fuera poco, en el cruce fronterizo le piden a uno más méritos (boleto de regreso, reservación del hotel, etcétera). ¿Dónde está lo novedoso de la meritocracia de la que se ufana Trump?

El científico norteamericano de ascendencia asiática Michio Kaku ha revelado un arma secreta de EU. Al referirse al progreso y liderazgo científicos que tiene EU en muchas áreas, dijo que ese país tiene uno de los peores sistemas educativos para la ciencia. Se pregunta: “¿cómo es posible que el sistema científico norteamericano no colapse si estamos produciendo generaciones de dummies y si el índice de estupidez de EU aumenta cada año (tan sólo vean la programación de la tv y sus reality shows)?”. Esa debacle no se ha dado, dice Kaku, por el arma secreta gringa: la H1B. Sin ella “No habría Google, ni Silicon Valley”, argumenta, y luego explica qué es la H1B: la “visa de los genios”. Una visa para trabajadores no inmigrantes, que destacan por sus conocimientos y habilidades técnicas. Esta migración de talento ha permitido mejorar el nivel científico del país (50% de los aspirantes a doctorado en EU son migrantes). Lo mismo ha sucedido (en productividad agropecuaria, manufactura y servicios) gracias al talento y competitividad de la mano de obra mexicana en EU, aunque no se reconozca. Quedarse sin este talento no será fácil para EU. Así se explica una “migración meritocrática”.

La meritocracia debería castigar y premiar conductas, no razas. Generalizar conductas criminales con razas es miope y perverso. Y no es nuevo. En 1911 la Comisión Dillingham dijo que los mexicanos éramos indeseables como ciudadanos de EU.

¿Es genuino el rostro de la oveja? Creo (a menos de evidencia en contrario) que detrás del traje lanoso y las pezuñas tiernas, hay pelos grises, erizados y garras contundentes.

Con perdón de los lobos.