De mi compendio de preguntas ociosas: ¿qué motiva a una persona para convertirse en político? Supongo que les gusta serlo. Quienes se dedican a un trabajo que les gusta sienten una pasión desbordante. Bach hipotecó su vista escribiendo música en la penumbra cadenciosa de una vela; Picasso pintaba en tablas de desecho de los embarcaderos.
La pasión es un motivador fuera de borda. El escritor no puede vivir sin escribir, el pintor sin pintar. Marie Curie pasó horas en su laboratorio, trabajó gratuitamente, amaba profundamente su labor, fue la primera persona en recibir dos Premios Nobel en distintas categorías, difícilmente pudo haber logrado esto sin la tremenda pasión por lo que hacía.
En su génesis, el candidato amolda su discurso al interés del votante, argumenta frases rimbombantes y repite, ad nauseam, que desea servir, adereza su arenga con frases torneadas en un manipulómetro, hace diagnósticos donde hay culpables sin nombre y apellido (mucho menos castigo), profetiza cambios, vende esperanzas. La ideología es una capa camaleónica, escalera multicolor. Ya en el poder, el individuo se descubre, aflora un ser con intereses distintos, se sabe que su pasión no fue servir, entregarse; sobreviene la desilusión, y la nación se lo demanda y luego no pasa nada. Así, las campañas políticas son una fiesta de disfraces, una mascarada, juego de simulaciones, pero ¿en aras de qué?
El político no parece sentir la hipoteca social. Según este concepto, todos quienes tenemos algún privilegio y somos dueños de algo (inmueble, estudios, servicios de salud, viajes, visión, etcétera), estamos obligados a trabajar por aquellos que no lo tienen, o tienen menos, con objeto de hacer una mejor sociedad, donde la riqueza sea mejor repartida. Me pregunto: ¿a cuántos políticos les motiva la hipoteca social? Tal parece que el trabajo del político no es cerrar la brecha sino mantenerla, administrarla, esquilmarla.
Si un político acepta que su pasión es servir a la gente, debería ser capaz de trabajar sin sueldo. Hacer realidad su pasión sería su mejor remuneración. Como difícilmente se come y se mantiene una familia con aplausos, está bien que cobren un salario. Sin embargo, parece que la nómina es meramente la constancia oficial de pertenencia a la ubre presupuestal, el ejercicio del poder guarda otras fuentes de ingresos, y pensando mal, sólo pensando mal, me temo que ahí reside la gran motivación del estereotipo de un político mexicano.