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El hombre del Sur

Citó a Ovidio, Perón, Monsiváis, Serrat, agradeció a sus maestros y a sus amigos, movió sus ideas como quien domina la cadencia de un bandoneón en sus manos, dibujó en mi mente la figura de su compatriota, Astor Piazzolla, y nos habló cantadito, con ese sello indeleble de un argentino que celebra 40 años de conferencista en México, pero que vuelve, irremediablemente al sur. Estás son algunas palabras para conocer el pensamiento de David Konzevik.

Principios. Han de distinguirse los intereses de los principios. Con los primeros se negocia, con los segundos, no.

Información. Afirma que no importa en qué negocio estés, siempre estás en el negocio de la información. El mapa de la realidad para tomar decisiones se construye con la información y su buen análisis. Dice “si no tengo información, estoy quebrado”, e invita a los empresarios a obtener información relevante no tanto de su competencia sino de su consumidor.

Pregunta. Una de las cuestiones fundamentales de toda empresa es responder: ¿en qué negocio estamos? No puedo estar más de acuerdo, la resignificación de la actividad empresarial debe enfocarse a satisfacer los más altos motivadores de un cliente.

Meritocracia. México se ha convertido en un país de títulos universitarios, debe convertirse en un país meritocrático. Las universidades prometen títulos, deberían de prometer capacidades acordes al futuro.

Democracia. Hace una pregunta fundamental: “¿Es posible una democracia con ignorantes?” y categóricamente responde: no. Reconoce que hay una profunda desilusión en Latinoamérica por la democracia.

Educación. Sentencia Konzevik: “si el gobierno no pone a la educación como la más alta prioridad, no importa lo que haga, habrá perdido el futuro” y sugiere una asignatura toral: enseñar a pensar. Yo apunto: ¿no sería conveniente tener un súper secretario de Educación traído de Finlandia (país de excelencia educativa), asesorado culturalmente por un equipo local, en vez de tener al frente de la SEP a un político?

Memoria. Predice que la memoria será reemplazada por la memoria web. Apunto: como dice Reig, internet se ha vuelto en una memoria transactiva para los humanos. Tendemos a olvidar lo que sabemos que Google nos puede explicar cuando lo queramos.

Populismo. Así como Argentina fue adicta a Perón, México es adicto a los mesiánicos populistas que irresponsablemente pintan promesas incumplibles.

Tiempo. No le queda duda, es el gran producto del futuro. Todo lo que se invente para ahorrar tiempo tendrá éxito.

Cultura. Aunque es economista de formación, su gran sensibilidad y visión de campo le han hecho ver que el factor cultural es determinante para explicar las causas de éxito o fracaso de los países.

Economía. Ante todo, es un arte.

Dogmas. Advierte que hemos de tener cuidado de no perder la carrera entre las ideas y los dogmas, a no educar a los jóvenes mediante dogmas sino con ideas. Con éstas se discute, por aquellos se mata.

Cortoplacismo. El nuevo mundo ha cambiado las exigencias y la dimensión del tiempo. Así como los jóvenes no saben esperar, pues nacieron en la época de la gratificación instantánea, los empresarios tienden a dejarse seducir más por la recuperación de la inversión (pay-back), que por la tasa de retorno.

Expectativas. Su ya clásica teoría de la revolución de las expectativas aterriza mejor que nunca: vivimos la sociedad del descontento.

Esperanza. Así como un dictador es un maestro para administrar el miedo, un estadista debe serlo para administrar la esperanza.

Timing. El tiempo es todo. El momento en que se toman las decisiones es fundamental.

Poder. Por más que se intente predecir el futuro, no hay una forma de saber cómo el poder presidencial transformará a un individuo.

Maestro de la orientación disruptiva, Konzevik nos ha dado un sur, el mismo que evocan las letras de una nostalgia: “Vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor, vuelvo a vos, con mi deseo, con mi temor. Llevo el Sur, como un destino del corazón, soy del Sur, como los aires del bandoneón”.

Sin saberlo, un tucumano convirtió el aire en poesía.