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De París a Chocholá

Si me dieran a escoger entre un viaje al futuro o uno al pasado, mi decisión no tiene fisuras. Alguna vez me dijeron que era un espíritu antiguo, me llaman los vestigios, elementos que asoman de otras épocas, historias enterradas bajo la tierra o el olvido del tiempo. Hace 5 años la “Tacher” (amiga de férrea disciplina) me invitó a una aventura que me marcó como explorador y estratega. Fui parte de un equipo multidisciplinario paraconvertir una antigua hacienda henequenera en un hotelspa boutique de clase mundial. Decimos que el mexicano es soñador, es cierto.

 

Como quise ser arqueólogo, el destino me da oportunidades como ésta. Ayudé a definir “la genética” de la nueva marca: entender la naturaleza del lugar, su historia, contexto, y facilitar que exprese sus elementos dominantes; también consiste en entender la esenciade los inversionistas, capturar su visión y sentir, paraamalgamarlo en una narrativa que contenga magia, no de mi potencial inventiva sino de los conceptos que uno va desenterrando y a los que les va dando significado

 

Originalmente los planes del desarrollo hablaban de “una hacienda con un cenote”, por la evidente razón de que muy cerca de la casa principal hay un cenote abierto, que hace muy especial y distintiva esta hacienda. Como parte del equipo integré a dos mayistas cuya sensibilidad aportó un gran contenido para mi tarea. Como suele suceder con los fósiles que capa tras capa van revelando su forma, me quedó claro que el planteamiento debería ser inverso: “un cenote, con una hacienda”. Para los antiguos mayas el cenote representa fuente de vida, fertilidad, entrada al inframundo, medio de comunicación con lo divino, entre otras cosas que, aunado a la belleza natural de ese espacio, convirtieron al cenote en el centro energético del proyecto y en ícono de su exquisita identidad gráfica.

 

Como es parte de la comunidad de Chocholá (“agua salobre” y zona de portales energéticos), una parte esencial fue pensar en la integración de ésta con el proyecto. Pedir anuencia al consejo de ancianos fue básico. Hoy en día el 60% de la nómina del hotel la constituyen habitantes de Chocholá. El nombre original de la hacienda, San Antonio Chablé, es la amalgama de dos personajes, San Antonio de Padua y el defensor de derechos indígenas Mariano Chablé, antepasado de varios colaboradores del hotel.

 

Actualmente, Chablé, como se le denominó al proyecto, es un espacio que conjuga el silencio de la ceibas con el canto de las ranas, el chamanismo ancestral con el lujoun diseño de interiores mágico y una operación espléndida. Esta comunión ya cobró víctimasHayextranjeros que han llorado en la cocina de doña Neida, no sólo porque ella los invita a ser parte del ritual de cocinar con leña, no sólo por el sabor de su recado negro o de su poc chuc, sino porque ven en ella a la madre o a la abuela y quizá sientan un vacío al pensar en lo que es su vida en la vorágine urbana en la que viven, comparado con este pequeño universo enChablé. Sumen a esto la vocación amiga de los pobladores de Yucatán y tenemos un cuadro que vale la pena difundir ante el mundo, México es más que malas noticias.

 

Hace unas horas se anunció en Paris el Prix MondialD’Architecture UNESCO Vesailles 2017 en la categoría hoteles. De entre los finalistas se escucharon varios voces, hermanadas en una, para el ganador: Chablé-Chocholá-Yucatán-México. Al saber la noticia me sentí muy contento por esos nombres pero también por todas las personas que participaron en este proyecto de más de 7 años, extraordinarios especialistas y obreros de la zona, que hicieron del sueño de un gran empresario,una realidad que pone a México en los reflectores mundiales.  

 

Chablé es un espacio que invita a la reconexión con uno mismo, con la naturaleza, con los antepasados de todos, sin excepción de nacionalidades: los mayas, para quienes el cenote significaba imán de ciudades. Nunca hubiera imaginado una historia donde dos sitios tan distintos y alejados en el mundo se pudieran unir. De París a Chocholá hay que festejar no sólo este triunfo de la arquitectura y diseño mexicanos, también de nuestra cultura ancestral que, por debajo de la tierra, con o sin muros y frente al mundo, acelera su historia.