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Autopsia de una disculpa

Supongo que una autopsia es un camino donde brotan las preguntas, no todas con respuesta. Es también un ejercicio de exploración para tratar de entender, conocer, comprobar, más allá del morbo. Es un viaje incisivo en busca de señales, un andar tras la pista sospechosa, si aparece, que permita construir un epílogo del epílogo de alguien, o de algo.

En la plancha tenemos las siguientes palabras: “En noviembre de 2014, la información difundida sobre la llamada Casa Blanca causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto, reconozco, que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos, la entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón, les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé”.

Estas palabras no las dijo cualquier mexicano, son palabras de quien ostenta la investidura más importante en el país. Su potencial trascendencia no debe minimizarse si consideramos que los cambios culturales se gestan, entre otras circunstancias, cuando uno de los símbolos de esa cultura muestra un cambio de conducta, no solo un cambio de sentimiento. Me surge la pregunta: ¿habrá este cambio de conducta? Sólo así este gesto tendrá el reconocimiento que su autor reclama. Estamos ante la posibilidad de una revolución moral.

En The Honor Code, Kwame A. Appiah analiza cómo se han gestado algunas de las revoluciones morales de la historia, cambios de prácticas culturales que en su momento fueron vistas como la norma pero también criticadas (el duelo para resarcir el honor, la esclavitud, la deformación de pies femeninos en China), como sería el caso de la corrupción en México. Appiah encontró que hay una conexión directa entre el honor y una revolución moral, su libro apunta a desmembrar cómo el honor juega un papel central en los cambios culturales y señala: “Una persona honorable se preocupa primero no de ser respetada sino de ser merecedora de respeto”, y establece que una cosa es administrar la reputación y otra es mantener el honor. ¿Hacia dónde apuntan las palabras presidenciales?

Nótese que el argumento presidencial considera que lo que causó indignación fue “la información difundida”, no el objeto de esta información. El antropólogo Frank Henderson dice que para una persona honorable el honor per se es lo que importa, no sus beneficios, así, uno siente vergüenza o arrepentimiento cuando ha faltado a la norma de honor, aunque nadie sepa que uno falló. Cabe la pregunta: ¿el sentimiento presidencial es por un acción indebida de él o por el hecho de que la información se hizo pública?, ¿le importa más el acto de pedir perdón o el hecho de ser perdonado?, si fuese lo segundo, ¿cómo espera saber que los mexicanos lo perdonaron?, ¿de qué exactamente pide que se le perdone?, ¿cómo define el Presidente su error?

Aunque el ex titular de la Secretaría de la Función Pública nunca fue merecedor de respeto ni credibilidad por la opinión pública, ¿cómo queda su figura después de haber exonerado a su jefe y luego que éste pidiera perdón?, ¿no habría sido congruente que el acto de contrición hubiese surgido de una investigación seria sobre el caso?, ¿hasta dónde piensa el Presidente resarcir el agravio y la indignación?, ¿qué hay de los periodistas que fueron censurados luego de difundir la investigación de la Casa Blanca?

Appiah nos invita a cuestionarnos cuáles son los temas de honor y deshonor en nuestra cultura. Si hay sucesos que agravian pero no se castigan o no se busca resarcir el daño, esa cultura está fracturada en su código de honor. El Presidente tiene una oportunidad histórica si realmente quiere encabezar una revolución moral.

En El último encuentro, Sándor Márai pone en boca de uno de los personajes centrales de su estupenda novela: “Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes”.

En México la realidad puede novelarse, hay autopsias que persiguen a los vivos.