Por alguna condición personal, digna de un compendio de sabiduría inútil, me siento muy a gusto en temperaturas frescas, digamos entre 15 y 22 grados Celsius, lo que me hace prescindir de abrigos, cobijas y bufandas, mientras muchos al derredor experimentan frío. En un avión, entro en batalla térmica con algún pasajero, usualmente una dama, […]